lunes, 26 de julio de 2010

LETANÍAS ("La tierra y el alba")


"Niña de grey dorada,


diré a la vida que la recuerdas,


diré a la muerte que la recuerdas..."


Blanca Andreu


( Inspirado en la lectura del poema Para Olga, de Blanca Andreu )






LETANÍAS



Niña de confesionarios negros
lápices rotos y carmín en los labios,
embriagada por un brillo
de celuloide prohibido;

niña envuelta por cuadernos
de escritura ilegible,
que apresaba páginas
con zumbido de libélulas
y de olores violeta;

niña de insomnios vírgenes
y pétalos durmientes
como el maleficio de las hadas;

niña sin pócimas ni hechizos
que anhelaba los sueños más hermosos
e invocaba letanías en las tardes de invierno;


niña herida por las brujas más antiguas,
silenciada por el frío
de las nieves estériles;



te vas
con la soledad inevitable
de la memoria turbia,
varada en una tira
de negativos grises...

Niña sin tiempo ni mañana
-completamente sola-
perdida en el lugar deshabitado
donde duermen,
sin rostro,
los recuerdos...



Carmen Cabeza Martínez



Pintura: Sophie Gengembre Anderson



domingo, 18 de julio de 2010

CUMPLEAÑOS

Regresar.
Olvidar lo aprendido.
Desnudarse de tiempo.
Descalza,
correr sobre la hierba.
Saber que mis dos manos me sostienen.
Desandar el camino
tras un sueño profundo...
- el cuerpo aún conserva
la calidez del vientre;
los párpados sellados,
la yema de los huesos-
Desatar los cordones,
las amarras, los hilos.
Partir de cero,
sin recordar nada.
Y ahora
sólo ahora
renacer.
Carmen Cabeza Martínez

jueves, 15 de julio de 2010

CELEBRACIÓN DE LA VOZ HUMANA/2


Tenían las manos atadas, o esposadas, y sin embargo los dedos danzaban, volaban, dibujaban palabras. Los presos estaban encapuchados; pero inclinándose alcanzaban a ver algo, alguito, por abajo. Aunque hablar estaba prohibido, ellos conversaban con las manos.
Pinio Ungerfeld me enseñó el alfabeto de los dedos, que en prisión aprendió sin profesor:
-Algunos teníamos mala letra -me dijo- Otros eran unos artistas de la caligrafía.
La dictadura uruguaya quería que cada uno fuera nada más que uno, que cada uno fuera nadie: en cárceles y cuarteles, y en todo el país, la comunicación era delito.
Algunos presos pasaron más de diez años enterrados en solitarios calabozos del tamaño de un ataúd, sin escuchar más voces que el estrépito de las rejas o los pasos de las botas por los corredores.
Fernández Huidobro y Mauricio Rosencof, condenados a esa soledad, se salvaron porque pudieron hablarse, con golpecitos, a través de la pared. Así se contaban sueños y recuerdos, amores y desamores; discutían, se abrazaban, se peleaban; compartían certezas y bellezas y también compartían dudas y culpas y preguntas de esas que no tienen respuesta.
Cuando es verdadera, cuando nace de la necesidad de decir, a la voz humana no hay quien la pare. Si le niegan la boca, ella habla por las manos, o por los ojos, o por los poros, o por donde sea. Porque todos, toditos, tenemos algo que decir a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada.
EDUARDO GALEANO, El libro de los abrazos (1989)

sábado, 10 de julio de 2010

RISA


Tu boca me abre un limbo de encías,
gominolas, leche tibia...
Risa que arrastra
que dibuja puertas y ventanas
donde sólo había ángulos dormidos.
Niña de agua recién nacida,
sonrisa líquida que vierte cada instante
como azúcar tendido...
Tu risa intransitiva ventila las estancias,
las limpia desde el rostro diminuto
que frunces cuando ríes:
tu paladar de gelatina
confiadamentre abierto,
blanquecino el origen de los dientes...
Reflejo, como el agua,
tus gestos,
tu risa abierta que salva,
contagiándome
una alegría sin motivo
que crece
que se expande...
¿Pudiste haber sido así
- un instante de luz-
aquel primer amanecer
la primera mañana?
Carmen Cabeza Martínez

lunes, 5 de julio de 2010

LLUVIA ("La tierra y el alba")



Lluvia,

selva exuberante,

agallas y branquias

de peces milenarios,

de escamas revividas.


Verde tierra,

espigas verdes

y corzos desbocados.

Lluvia de orquídeas verdes

que amanecen bajo la luna.

Lluvia revivida.

¡Verde,

eternamente verde...!





Carmen Cabeza Martínez