LA GABARDINA DE MI PADRE
La que se cae a trozos,
la que uso todavía cuando viajo al norte,
como se aferra el don de un comodín.
Recuerdo que al probármela
descubrí en sus bolsillos caramelos de menta
y un papel con los últimos recados.
Miel, manzanas, dos paquetes de Kleenex,
unas pilas de larga duración
que no cumplieron nunca su promesa,
y una nota final: Librería Hiperión.
Aún tiemblo.
Mi padre que pensé no había leído nunca
los libros que escribí,
los conocía todos, me dijeron, los compraba frecuente,
me dijeron, y elegía con pausa, me dijeron,
en función del regalo y la persona
a quien quería hacérselo, su médico, vecinos,
sus amigos, a cada cual un título.
No podía creerlo.
Yo experto en sus silencios, él experto en mis fríos.
Dos buscándose, y nunca.
Así la vida
Poema del libro HOTEL VIVIR, de Fernando Beltrán
Imagen: Rafal Olbinski